Ahora que la Federación Venezolana de Fútbol y a Liga Futve aplicarán con más rigor en 2022 la Licencia de Clubes establecida por FIFA y Conmebol para los equipos profesionales de fútbol, es necesario analizar el tema de los ascensos y descensos en la primera división del campeonato de fútbol nacional.
¿Vale la pena que equipos de maletín sin instalaciones deportivas, canchas aptas donde disputar sus partidos y ningún aficionados suban y bajen de categoría para mantener un sistema de competición que nunca ha funcionado?
¿Qué sentido tiene que se mantengan en la máxima categoría equipos en cifras rojas dependientes de inversionistas y capitales golondrinas, que a las primeras de cambio desaparecen del panorama y dejan a sus equipos en la bancarrota como ocurrió recientemente con Trujillanos o Lala, o que asciendan otros en similares condiciones?
La realidad del deporte y la economía venezolana obliga a repensar el campeonato de la máxima categoría. Una de las razones por las que la primera división no se ha consolidado como negocio y espectáculo de entretenimiento se debe a la enorme incertidumbre.
Hubo una época en la que ni siquiera se sabía el calendario, porque hasta última hora se desconocía si los equipos podrían reunir la nómina a tiempo para saltar a la cancha. Era común, entonces, que los directivos de equipos pidieran prórroga y se saltaran la primera jornada del torneo para terminar de organizar sus plantillas.
La temporada pasada se vivió el drama de Trujillanos y Lala. El primero alargó la agonía hasta la última fecha, con el propósito de tratar de cobrar alguna parte del contrato estipulado. También el joven equipo guayanés que nació con la ilusión de crecer y echar raíces en un territorio pletórico para el fútbol, terminó en la estacada sin recursos para pagar la nómina y utilizando juveniles a fin de cumplir de manera lastimosa con sus compromisos.
Por tales razones, el ascenso y el descenso debería suspenderse hasta que existan condiciones competitivas para aplicar esta regla de nuevo. Los equipos que invierten, cumplen con sus nóminas y han hecho esfuerzos para recibir la Licencia de Clubes deberían tener garantizada la permanencia en primera división por un largo tiempo. Hay que premiar a los equipos que de verdad quieren crecer y aportan al desarrollo integral del campeonato. En cambio, hay que desterrar del Futve a los equipos golondrinas y los capitales de dudosa procedencia de los “inversionistas”.
En ese sentido, la segunda división debería ser una categoría profesional de promoción, crecimiento y expansión controlada. Los equipos que trabajen en esa categoría, que inviertan en instalaciones, consigan patrocinantes y multipliquen sus socios y aficionados tendrán la posibilidad de competir en la primera división de la Liga Futve, si cumplen, además, con la Licencia de Clubes.
Un torneo de primera división con un número determinado de competidores que por diez años o más conservarán la categoría con el propósito de afianzarse y echar raíces permitirá acabar con la incertidumbre de quienes invierten en el negocio. Los dos hexagonales del pasado torneo para determinar a los clasificados a la Copa Libertadores y Suamericana demostró que un torneo reducido, donde participaron los 12 mejores equipos del país es mucho más atractivo.
La Liga Futve ahora tiene autonomía para decidir cómo organiza el campeonato y quiénes intervienen en él, tal como ocurre con la MLS de Estados Unidos en la que no existe el descenso, sino la expansión. El camino está trazado y solo hay que seguir la ruta para no extraviarse en la incertidumbre deportiva.
Tregua olímpica en el COV para formar plancha única de renovación
El 2022 anuncia cambios en el movimiento olímpico venezolano. El próximo 5 de enero serán las elecciones para escoger a la nueva Junta Directiva que dirigirá al Comité Olímpico Venezolano para el período 2022-2026 y hay intenciones de firmar una tregua y llegar a acuerdos entre las dos planchas inscritas.
La actual directiva del COV, encabezada por Eduardo Álvarez, está muy endeble.
Su larga permanencia en el poder y la manera de ejercerlo ha generado un desgaste en su relación con un grupo numeroso de federativos que con todo derecho aspiran a una renovación.
Entidades deportivas lideradas por las federaciones de atletismo, beisbol, baloncesto, fútbol, ciclismo, gimnasia, deportes universitario y tenis de mesa han ganado espacios, y trabajan con el grupo que todavía apoya a Álvarez para integrar una plancha única, en la que estén representados todos los sectores del movimiento olímpico nacional, desde las entidades de más calado y peso, hasta las que han surgido en los últimos años.
Como producto de estas conversaciones, el recurso de amparo ante el TSJ que ordenó realizar nuevas elecciones de la Comisión Electoral del COV sería retirado y la actual directiva del olimpismo nacional también recogería la carta que envió al Comité Olímpico Internacional para denunciar una supuesta “injerencia” en los asuntos electorales del COV. Los días de asueto navideño fueron una suerte de tregua olímpica entre los grupos enfrentados.
Esperemos que los acuerdos sostenidos en las reuniones se concreten y el nuevo ciclo olímpico hacia París 2023 se inicie en enero en santa paz, con una directiva renovada que devuelva al COV su antiguo prestigio.