Su foto en los medios de comunicación nos pareció extraña. No era posible que un jugador al que conocimos en Caracas en 1991 hubiese cambiado tanto. Ah, claro, Internet no es infalible: también se equivoca. No era ese Raúl “Lalo” Maradona, aquel año jugador del Deportivo Italia, sino Hugo, el otro hermano de Diego Armando Maradona recientemente fallecido. Uno y otro, apuntalados por la enorme fama del campeón mundial, todo lo intentaron, mas el talento no se transmite sino que nace con cada quién. Lalo llegó a Caracas en medio de un boato propio de los grandes, y fue presentado en un hotel del este de Caracas en medio de una expectativa poco usual en un importado del fútbol venezolano. Hubo discursos, elogios, entrevistas en tropel, y todo porque el muchacho llevaba en su sangre ser hermano de su hermano, el 10…
Lalo debutó y jugó unos cuantos partidos, y aunque no marcó huellas ni tuvo consigo “La mano de Dios”, sí dejó en la gente gratos momentos de fútbol agradable. Se le veía en el campo, se le esperaba en la puerta del camerino, y en medio del esplendor que su apellido desbordaba el Italia hizo un intento porque Diego Armando fuera a Caracas como agradecimiento por haber contratado a su hermano. Pero Diego, que por entonces jugaba en el Nápoles, nunca llegó, y al poco tiempo Lalo dejó al equipo frustrado porque el dinero prometido no apareció. Aún así, llevó en su equipaje lindos recuerdos de lo que para él fue Venezuela, de su gente, del trato recibido. Hoy, a sus 55 años de edad y luego de graduarse en la Academia de Entrenadores de César Luis Menotti, trabaja preparando jugadores infantiles y juveniles…
En poco más de tres semanas el partido Venezuela-Bolivia arrastrará varias motivaciones que se moverán en su periferia. Obviamente, en el territorio venezolano estará la aparición de José Ernesto Pekerman como la baraja en juego que tratará en los próximos años de elevar el prestigio de un fútbol que busca caminos por lo que necesita andar, y que espera hacerlo guiado por el reputado entrenador argentino. Y por Bolivia, su aspiración de clasificar al Mundial de Catar. Vale recordar que el equipo que maneja César Farías ha levantado el vuelo y aunque aun marcha octava, vencer en el estadio de Barinas le equivaldría a entreverarse por la lucha a morir por los puestos cuatro y cinco de Suramérica, con opción de viajar a Doha. Por eso el partido será algo más allá, tendrá algo más que decir que solo un resultado.
Nos vemos por ahí.