En los campos abiertos de Florida bandadas de niños juegan al fútbol. Y no de manera anárquica, sino en entrenamientos y campeonatos formados en escuelas de proliferan a lo largo y ancho de este estado de casi 25 millones de habitantes. El fútbol eleva cada día su popularidad entre infantes de esas tiernas edades, y es común que en los colegios “middle”, es decir, entre los 11 y 14 años, sea uno de los deportes de más práctica cotidiana. No así en las universidades, auténtico germen de los equipos profesionales, donde el interés por las canchas y gimnasios está mucho más repartido.
Y en los estadios del fútbol profesional son normales presencias multitudinarias, 20 mil o 25 mil aficionados, en los que día a día, partido a partido, crece el fervor por los clubes de sus localidades, verdaderas ciudades-estado según el concepto regionalista que hay en este enorme país. Empero, ver un estadio a medio llenar puede engañar. Más atrás del deslumbre que produce el griterío del gentío, en las sombras del entusiasmo que aquello despierta y de la esperanza de verlo crecer hasta estrados insospechados, hay una verdad: el fútbol no es aquí un deporte de arraigo, de raíces sino de grupos humanos, especialmente latinoamericanos, que si bien son numerosos todavía no llegan a niveles importantes.
Hemos visto partidos de “soccer”, pero también de fútbol americano y es inevitable pensar en aquellas diferencias, lógicas por lo demás, en cuanto a la pasión desbordada. El deporte en Estados Unidos no proviene de lo que podemos llamar sectores populares (y vaya con el lugar común), sino del arraigo estudiantil. Aquel que estudió, digamos, en la universidad de Florida será toda la vida de los equipos de beisbol, baloncesto, fútbol americano y hockey representativos de Florida. Esa será por siempre su identidad por encima de todo lo demás, y de igual manera el de California, el de Wisconsin, de Nevada, de Alabama, de Nueva York, de Carolina del Norte y del Sur, de Texas y de Kansas, y los de todas las cincuenta entidades estatales de la nación. Yendo al fondo, es parte de la formación cultural y social de Estados Unidos.
Mientras todo esto pasa, y mientras en un estadio Minnesota United FC cobra un penal en la valla de LA Galaxy, en otros, Dallas Cowboys traga yardas ante los Denver Broncos, y Atlanta Braves y Houston Astros se caían a batazos en pos de la Serie Mundial. En este país hay gente para todo.
EN TIPS
Superación
Los jugadores venezolanos que han ido al fútbol de Estados Unidos han conseguido una solución, pues han aprendido un nuevo idioma y una diferente forma de vivir.
Privilegiado
Giovanni Savarese se mantiene, al dirigir las maniobras del Portland Timbers, como el único venezolano técnico en el norte. En 2020 alcanzó la corona de la MLS.
Crecimiento
La Major League Soccer tiene mejores estructuras que algunas de las ligas europeas, y su asistencia de más de 20 mil aficionados por partido es la séptima más alta del mundo.
Porcentaje
Aunque ha aumentado el número de estadounidenses, aún la mayoría de los futbolistas profesionales son llegados desde el extranjero: más de la mitad de ellos son importados.
Coachs millonarios
Es una contradicción: mientras el deporte universitario estadounidense se define amateur, los coachs o entrenadores principales ganan fortunas.
Un atleta solo puede recibir becas de estudio y ahora ingresos por publicidad, y les está absolutamente prohibido el dinero por sus actuaciones, pero su técnico obtiene cada año siete millones de dólares.
Tal paradoja está cerca de cambiar, pues un proyecto en estudio aceptará que el jugador de cualquier deporte pueda percibir sueldo o regalías en efectivo.
Esta decisión acabaría con un panorama que los puristas defienden, y que otros más actualizados han manifestado apoyar.