¿Qué es jugar bien al fútbol? La respuesta sobre este tema nunca es definitiva y todo dependerá de los gustos, de la cultura futbolística en la que se haya crecido y hasta de las urgencias de un equipo.
Para entrenadores que han dejado una huella imborrable en los clubes donde jugaron o dirigieron, como Johan Cruyff, Pep Guardiola o César Luis Menotti, jugar bien al fútbol es divertirse con el balón; enamorar a los aficionados con un espectáculo ingenioso, repleto de conexiones, pases a ras de piso con el propósito de avanzar en el territorio rival; mediante la movilidad, pausas, amagues, cambios súbitos de ritmo, circulación rápida del balón, desmarques, triangulaciones y búsqueda permanente del hombre libre para controlar el juego, imponer superioridades, anotar goles y ganar, siendo fieles a un estilo irrenunciable.
La naranja mecánica de la selección neerlandesa en la que Cruyff fue el principal oficiante y entró en la historia pese a haber perdido el Mundial de Alemania 1974 ante el combinado germano del “Bombardero” Gerhard Müller; el Ajax con el que Cruyff arrasó en tres Copas de Europa como mediapunta para luego llevar sus ideas al Barcelona, donde sembró una corpus idiomático de juego que Guardiola perfeccionó y ha reverdecido con Xavi Hernández en el banquillo, son los máximos ejemplos europeos de ese fútbol que trasciende al mero hecho de ganar partidos.
En Venezuela son contados los entrenadores que han intentado perfeccionar una idea de juego y han logrado que sus equipos sean recordados por el deleite que producían en la cancha. Uno de ellos fue el fallecido entrenador argentino-venezolano, Horacio Moreno, que en los años 80 convirtió al Táchira en la mayor referencia del fútbol venezolano. El juego asociado, combinativo, de toques y paredes que comandaban Laureano Jaimes, William Méndez, Carlitos Maldonado y Miguel Oswaldo González sigue levantando suspiros en la afición aurinegra.
El sabio Manuel Plasencia dio identidad al Caracas en los años noventa. Pobló el medio campo de futbolistas creativos como Gaby Miranda, Gerson Díaz, Stalin Rivas, Jhonny Lucena y delantero veloces y potentes encabezados por Jorge Giraldo, Ibrahim Salizú y Rafael Castellín para armar un equipo que llenaba los ojos en el estadio Brígido Iriarte.
El Estudiantes de Mérida de Richard Páez fue otro equipo de época, que si bien no pudo conquistar la estrella, recuperó la esencia del fútbol, manejando los partidos a través de una posesión efectiva del balón, con el fútbol de zigzag, llegadas en bloques y pases entre líneas de Andrew “Pochi” Páez, Martín Brignani y Jorge Rojas para que Hernán Raíces y Rubert Morán recibieran al espacio y definieran con su gran categoría.
Noel Sanvicente trajo modernidad al Caracas. A la escuela de control del balón que había sembrado Plasencia, le añadió presión para recuperar la pelota adelantando la defensa, velocidad y salidas vertiginosas para tomar a contrapié a los defensas rivales, renovando siempre su plantilla con jugadores formados en las canteras de la Cota 905.
En la actual temporada de la Liga Futve da gusto ver en la cancha el modesto club barinés, Hermanos Colmenárez. Desde que estaba en tercera división, el entrenador colombiano Luis Pacheco comenzó a edificar un modelo de juego que prioriza el control del balón, y las pequeñas sociedades que se han consolidado en la máxima categoría entre Gilson Salazar, Juan Camilo Zapata, Wilmar González, Anual Peláez y César Magallán para desparramar rivales con paredes y pases filtrados. ¿Jugar bien al fútbol? Es ganar, anotando más goles que el rival, una verdad de Perogrullo. Lo difícil es hacerlo sin sacar bostezos a los aficionados.
Caracas comienza a recuperar señas de identidad con Akinyoola generoso
Después de seis jornadas de extravío, el Caracas de Francesco Stifano ofreció claras muestras de recuperación. Las señas de identidad que caracterizaron al equipo la temporada pasada reaparecieron en una semana en la que se requería elevar el rendimiento individual y colectivo para hacer frente al Athletico Paranaense en la Copa Libertadores y al Deportivo La Guaira en el torneo local. Contra el cuadro brasileño, actual campeón de la Copa Suramericana, Caracas sacó un punto valiosísimo ante el candidato a ganar el grupo.
La soberbia actuación del arquero Alain Baroja, que revivió su pasado luminoso en las filas del club capitalino, mantuvo el cero con sus intervenciones. Pero si algo se le reclamaba al juego de Caracas de Stifano, era la escasa contribución de Akinyoola en la fase de creación y finalización de las jugadas de ataque.
El martes se volvió a ver el despliegue del africano. Se implicó con más determinación para recibir de espalda y encabezar los contraataque que por ráfagas metieron miedo a la defensa del Paranaense, especialmente con el bombazo en el último minuto que casi le da la victoria al Caracas. Frente al líder La Guaira, el funcionamiento colectivo alcanzó su mejor nivel de la temporada. El tridente ofensivo de Akinyoola, Guarirapa y Osei enseñó los dientes.
La solidaridad del primero para habilita¡r a sus compañeros reveló de nuevo el lado más generoso de un atacante que ofrece soluciones pensando en el beneficio común en lugar de las estadísticas individuales. Ese Caracas que desborda por los costados con un Eduardo Fereira espléndido, el mejor lateral derecho del país, y que suma a Edson Castillo a la caballería, es saludable tenerlo de regreso en el Futve.