Al comenzar la temporada de 1972, a Roberto Clemente solo le faltaban 118 imparables para convertirse apenas en el décimo bateador con al menos 3 mil imparables en la historia de las grandes ligas, y solo el primer latinoamericano. Con un calendario de 162 juegos por equipo, la lógica de las probabilidades, indicaba que entre los meses de julio y agosto a más tardar, Clemente entraría en las memorias de la gran carpa.
Solo que la dinámica del beisbol no siempre responde a las infalibles reglas de las matemáticas. De hecho, hasta el inicio de la campaña se vio obstaculizado por una disputa salaria entre los dueños de equipo y los peloteros, que retrasó el comienzo de las acciones y restó siete desafíos al almanaque original.
De tal manera, que para Clemente y los Piratas de Pittsburgh, la temporada comenzó el 15 de abril en vez del 5, ante los Mets de Nueva York y el as de sus lanzadores, Tom Seaver. No hubo manera de que el boricua iniciara su carrera en los mejores términos. En cuatro turnos al bate ante Seaver se fue en blanco. Lo mismo ocurrió en la segunda fecha.
Sin embargo, comenzó con su habitual costumbre, que lo había conducido a ganar cuatro coronas de bateo en la Liga Nacional, desde su llegada a la gran carpa en 1955. Y para que no hubiese dudas al estado de sus habilidades, ante algunos de los más notables lanzadores.
Contra Bob Gibson, jonrón. Don Sutton, jonrón. Ferguson Jenkins, triple. Pero ya con sus 38 años a cuestas, el manager. Bill Virdon lo hacía descansar una vez por semana entre cada cinco o seis encuentros. Sin embargo, por culpa de molestias en el estómago, a mediados de julio perdió doce encuentros consecutivos hasta el 23 de ese mes.
Con los Piratas al frente de la Nacional gracias a la ofensiva desplegada por Willie Stargell, Bob Robertson, Al Oliver y compañía, la ausencia de Clemente no se hizo notar. Para finales de agosto, Pittsburgh exhibía un notable registro de 72 ganados y 42 perdidos.
El 12 de septiembre arrancó una serie contra los Cachorros en Chicago y Clemente demostró que se encontraba de nuevo en pos de los tres mil imparables que todo el mundo anhelaba presenciar. En el primero de los encuentros sonó tres imparables en cuatro oportunidades, en el segundo, tres más en tres ocasiones incluido un cuadrangular y un triple, y en el tercero, soltó un vuelacerca contra Jenkins que decidió el desafío a favor de los Piratas.
Luego ante los Filis de Filadelfia, Clemente tuvo dos imparables el 26 de septiembre, y otros dos el 27 y uno el 28. Entonces el manager Virdon, con 2999 hits en su cuenta, no dejó que jugará más para que pudiera llegar a los 3000 en Pittsbugh contra los Mets.
“Llegar a los tres mil, significa que has jugado un montón”, le dijo Clemente a los reportes de Filadelfia. “Pero para mí, también significa que no fracasé”.
Quiénes lo antecieron
Los nueve bateadores que antecedieron a Roberto Clemente con al menos tres mil imparables en las ligas mayores, fueron Ty Cobb, Stan Musial, Tris Speaker, Honus Wagnar, Henry Aaron, Eddie Collins, Nap Lajoie, Willé Mays, Paul Waner y Cap Anson.
Una dura temporada
En retrospectiva, fue un año duro para Roberto Clemente dentro de su habitual costumbre como bateador. Solo participó en 102 de los juegos de su equipo, terminó con un promedio ofensivo de .312 puntos. Su promedio vitalicio se detuvo para siempre en .317 porque nunca más volvió a batear en la gran carpa, al fallecer el 31 de diciembre.
Tom Seaver y Jon Matlack los rivales de esa historia
El 29 de septiembre en el estadio Tres Ríos ante Tom Seaver, en el primer turno conectó un batazo que pasó cerca del pitcher antes de ser tomada por el camarero Ken Boswell. Por una confusión, fue decretado imparable y la multitud estalló. Pero el anotador Luke Quay, lo cambió por error.
Clemente se fue sin incogibles, para reiniciar la búsqueda del imparables histórico, al día siguiente contra el zurdo Jon Matlack.
En el primer turno, Matlack ponchó a Clemente. Luego en el cuarto capítulo, Matlack abrió con un strike con una recta a las rodillas. Con el próximo envío; Clemente envió la bola entre el jardín izquierdo y el derecho para un tubey.
El drama había terminado, para Robero Clemente y su corte universal de fanáticos.