lunes, diciembre 4, 2023
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Camiseta 10 | Camino a la trascendencia

Los tiempos que corren, tan dados al invento de ídolos y noticias, no se detienen. En días recientes oímos a un relator asegurar en el ya célebre partido Real Madrid-París Saint Germain, que Lionel Messi era “el mejor jugador del mundo”. Y, yendo un poco más lejos, hemos oído a otros decir que es “el mejor jugador de la historia”.

Vaya. Igual ha sucedido con LeBron James, a quien algunos narradores han conceptuado como “el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos”. Todas estas afirmaciones, que se oyen categóricas y con poder de convencimiento tienen mucho que ver con la época, tan dada al facilismo y al elogio exagerado sin medir las consecuencias ni escudriñando en las razones.

Todo aquel que destaque en un área ya es “el mejor del mundo”, y si lo hace por un tiempo más o menos prolongado, entonces se convierte en “el mejor de la historia”…

Aunque, a decir verdad, tales afirmaciones no son nuevas. En otras épocas también se han oído elogios subidos de tono, aunque ahora el rebote que tiene la comunicación unida al simplismo antes mencionado, hacen de las palabras de los encargados de las transmisiones una suerte de “evangelios” infalibles.

Quien ahora escribe, sacándole el cuerpo a tan loco entusiasmo, desde siempre ha sostenido que el atleta, especialmente el de fútbol, no debe ser visto solo por la relación numérica; esto es, si un jugador marca cien goles, necesariamente será mejor que otro que anota noventa y nueve.

Aunque esto es importante, pensamos que al jugador se le debe ver por la significación que tuvo para su generación, los sentimientos despertados, y al final, por su trascendencia. Y si lo vemos de esta manera, apartados de la euforia de la era actual, tendríamos que ninguno como Pelé, como Michael Jordan, como Muhammad Ali, como Michael Schumacher, como Tiger Woods, por citar nombres indiscutibles en sus deportes.

Ellos, como ningunos otros, pasaron por sus generaciones como ídolos legítimos, como hombres que levantaron un sinfín de sentimientos, y como seres humanos con una aureola que los hizo traspasar su propio tiempo…

En el fútbol venezolano la antorcha la ha de llevar Juan Arango. Y no se trata de calificarlo como el mejor de siempre o parangonarlo con otros, sino decir que su trascendencia, el haber estado en Europa diez años y el haber sido el jugador criollo más conocido de su tiempo le dan ese crédito, solo igualado por Salomón Rondón.

Al final de todas, estas son argumentaciones, las de arriba y las de Venezuela, subjetivas. Algunos estarán de acuerdo con quien redacta la columna; otros, gente de nuevo cuño, dirán que todo tiempo pasado no fue mejor. Nos vemos por ahí.

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