Es posible que aquellos que pasen por Puebla no sepan que han entrado en la ciudad que tiene una iglesia para cada día del año. Sí, porque en aquella población situada a dos horas de Ciudad de México, sus habitantes se enorgullecen de que hay 365 templos católicos y que visitarlos, uno cada 24 horas, es una tarea a cumplir si se quiere ser, de manera honoraria, “señor poblano”.
En esas anda Fernando Aristeguieta, el “Colorao” y capitán de la selección Vinotinto, quien fue a tener a la ciudad ubicada a 2.135 metros de altitud luego de llegar desde el Mazatlán.
Con un recorrido de trotamundo, con pisadas en el Nantes y el Red Star, el Nacional de Madeira, el Leganés, el Philadelphia Unión, América de Cali, el Morelia y el Mazatlán, ha aparecido en Puebla de Zaragoza (que es el nombre completo) con entusiasmo juvenil y listo para reventar redes tal como lo hacía en el Caracas FC, su génesis como artillero temible…
En Puebla, típico centro futbolero, sede de los mundiales de 1970 y 1986, vimos a Diego Maradona sacar del pecho de Caetano Scirea aquella pelota para marcar el empate entre Italia y Argentina; y en Puebla tendrá Aristeguieta la responsabilidad de suplir, con sus cartuchos de dinamita, al goleador méxico-peruano Santiago Ormeño, ahora en el León, en el torneo Apertura que comienza hoy.
A sus 29 años de edad, Colorao, lector consecuente como no es habitual en el universo del fútbol, sabe que este no va a durar toda la vida, y desde ya se instruye en cursos para ser director técnico cuando el retiro toque a sus portales.
No obstante, y como varias generaciones de futbolistas venezolanos, lleva prendada en el alma una frustración: no haber podido llevar a la Vinotinto a un Mundial. Los días pasan, y Venezuela, como aquella canción de Roberto Carlos, sigue “sentada a la vera de un camino”.
Ahí, en ese vereda está Fernando Aristeguieta, pero no quieto, sino abriendo brechas en tierra azteca y soñando con ese Mundial que tantas gambetas y esquives ha hecho a través de los tiempos…
Aristeguieta forma parte de ese grupo de jugadores a medio andar entre la juventud y la experiencia en la que también figuran Wuilker Fariñas, Yangel Herrera, Alexander González, Josef Martínez, Yeferson Soteldo, Darwin Machis, Jefferson Savarino, todos entre los 24 y 29 años.
Ellos saben que esta puede ser la última oportunidad de hacerle una broma a la vida y fraguar la aventura mundialista, porque ha sido, quizá, la mejor camada salida del fútbol nacional en los últimos años. Llevan en sus bolsos esa tarea, y Colorao, metiendo el pecho desde la ciudad de las iglesias, sabe que ha llegado la hora.