Pocas actividades humanas pueden ser tan volubles como el fútbol. Hoy estás en la cima, mañana caes a lugares insospechados y ni te das cuenta.
Atraído por la oferta de dinero, y luego de campañas aceptables en el fútbol inglés, Salomón Rondón se largó hasta la China para continuar su carrera. Luego de una temporada regresó a Inglaterra, y con sus goles como bandera el Everton lo fichó como su atacante de lujo.
Eran los días de Rafa Benítez en el puesto de comandante, que veía en el venezolano la solución a sus carencias en el frente de batalla. Pero Benítez fue despedido, y llegó Frank Lampard con otra idea de juego y, junto a él, la neblina del olvido para Salomón. El sábado pasado vimos en la delantera a Richarlison y a Anthony Gordon, y para desdicha del Vinotinto, autor del gol de la victoria sobre el Manchester United.
Al parecer, y ya en sus 32 años de edad, el porvenir se oscurece para quien ha sido uno de los más importantes artilleros dados por el país. ¿Qué irá a ser de él, buscará nuevos destinos en España o preferirá, para mantenerse en el otro lado del Atlántico, resignar su grandeza y aceptar un contrato en un equipo chico en otro lugar e ir a jugar en la segunda división?…
La idea del Mundial cada dos años viaja derecho al país de los fracasos. Así parece haberlo admitido Gianni Infantino, presidente de la Fifa, en sus andanzas por Doha en ocasión del sorteo mundialista.
Claro que no lo podrá decir claramente, porque eso sería admitir su mal paso y, eventualmente, darle argumentos a sus adversarios para las elecciones del organismo futbolero este mismo año en las que Infantino aspira a la reelección.
Resulta que, por una vez, la Conmebol y la Uefa, sintiendo tocados sus intereses, se han abrazados para rechazar lo que consideran un desatino, y así se lo han hecho saber en cartas contundentes. Es decir, va a haber Mundial cada cuatro años, que es como ha sido siempre, en 2030, 2034 y hasta el fin de los tiempos…
La debacle del Táchira es marcar la distancia entre un fútbol y otro. Fue desalentador mirar a un equipo en el desamparo, con sus jugadores viendo jugar al Palmeiras y como admitiendo su inferioridad.
El partido en San Cristóbal nos trajo a la memoria aquellos días que parecían olvidados, cuando, con excepciones contadas, los cuadros venezolanos eran apabullados en las canchas de Suramérica.
Si se une esta caída con el último lugar de la Vinotinto en el reciente Premundial, se estaría dando razón a aquellos que no admiten avances en el fútbol nacional. Se trabaja, sí, pero también lo hacen los demás países de la región. Nos vemos por ahí.