La tarde de agosto prometía lluvia. Corría el año 1969, y el estadio Olímpico de Caracas estaba poblado por gentes que deseaban con fervor patrio hinchar por Venezuela, pero a la vez, disfrutar con los sortilegios de Pelé, Tostao, Jairzinho, Gerson, Rivelino, Clodoaldo y Carlos Alberto. Ahí estaban, desplegadas en la cancha las dos selecciones, con el compañero periodista Freddy Rosas pendiente como utilero de los jugadores de la Vinotinto. “¡Venezuela, Venezuela!”, fue el coro de multitudes cuando al término del primer tiempo el partido se igualaba a cero. Y la lluvia llegó, un diluvio implacable que espero el descanso para tratar de doblegar las ganas desbocadas de aquel espíritu nacionalista. Al final, bueno, cómo más iba a ser: extenuada, ya sin aires en los pulmones, cayó la guardia criolla ante Brasil: 5 a 0, y aunque vencido, el orgullo nacional seguía ahí…
Pero no tenemos la pretensión de hacer un inventario de los Brasil-Venezuela que reseña la historia. En el párrafo anterior hablamos del primer enfrentamiento entre los dos países, un acto en el que estuvimos entre los habitantes del graderío, solo como referencia. Porque esta noche, en el mismo escenario y 52 años después, volverán a decir de qué están hechos. Los brasileros, aunque con algunas bajas, siempre son los brasileros; los Vinotinto, mermados por la ausencia de jugadores trascendentes como Salomón Rondón, Josef Martínez y Jordan Osorio, y entreverados con todas las circunstancias que han rodeado al fútbol venezolano en los últimos tiempos, entregarán su mejor juego en procura de un botín que, aunque se mira distante siempre será posible. El fútbol tiene esos detalles: deporte de incertidumbres, como la vida misma, es capaz de dibujar de vez en cuando cosas inesperadas…
Los “superhombres”: esta es una condición que algunos comunicadores y medios le han puesto a jugadores diferentes del resto. Le han atribuido toques mágicos y han construido alrededor de ellos leyendas de cíclopes mitológicos. Resulta que el fin de semana ni Lionel Messi, Neymar y Kylian Mbappé pudieron con el humilde Rennes, ni Karin Benzema y Vinicius tuvieron agallas para derribar el muro del también modesto Español (solo Mohamed Salah con su gol improbable del domingo se acercó al adjetivo). Ni el París Saint-Germain ni el Real Madrid, por más dinero que inviertan son capaces de vencer algunas veces la voluntad de los que no deslumbran con sus nombres de fábula. No es verdad, y disculpen la inmodestia, que haya “superhombres” ni futbolistas invencibles. Son inventos de los tiempos, como siempre los ha habido, en la necesidad humana de tener idolatrías y mitos a quienes seguir. Nos vemos por ahí.