Corría el año 1997 y La selección Vinotinto, siempre en las urgencias, armaba un equipo para ver qué podía hacer en la ya cercana Copa América a jugarse en Bolivia. Por entonces Rafael Dudamel, como único jugador venezolano en el exterior, era fundamental para aquel grupo de muchachos que veían en el arquero del Deportivo Cali como una estrella que iba a iluminar el oscuro presente. Y cuando parecía que el hombre no llegaría, a última hora y por la presión de los medios y la afición, se incorporó a la Vinotinto.
Sus diferencias con la Federación Venezolana, entonces presidida por Rafael Esquivel, impedían su incorporación.
Aquel impase soltó un huracán de protestas de la gente, porque siempre se le dio la razón al jugador del arco.
Ya Dudamel era un personaje. Había sido el portero de la selección victoriosa en el Mundialito Sub 17 disputado en el estadio Brígido Iriarte, en aquella final ardiente ante el Fluminense, y se le seguían los pasos porque se adivinaba en él a un futbolista de porvenir.
Pasó como jugador por Colombia varias veces, Argentina, Suráfrica, equipos nacionales y la selección Vinotinto, siempre con esa estela de los predestinados, hasta llegar a la dirección técnica. En esta faceta ha tenido claros y oscuros, pero no se podrá negar su vice título mundial sub 20 en Corea del Sur, en 2017 al frente de Venezuela luego de caer en la final ante Inglaterra, y su título de campeón colombiano con el mismo Deportivo Cali.
Inteligente, midiendo las distancias pero de carácter a veces explosivo, se ha hecho notar donde quiera que haya ido. Su creciente reputación lo llevó como conductor al Atlético Mineiro y la Universidad de Chile. En Uno y otro equipo salió de súbito, y siempre con divergentes puntos de vista de lo que debería ser una manera de jugar.
Así pasó con la selección venezolana, cuando un enfrentamiento desde lo futbolístico hasta lo personal le hicieron traspasar los portales de salida, con rabia en su ánimo pero pensando tener la razón, no sin antes cumplir especiales actuaciones en cuartos de final con la Vinotinto en dos copas América.
Pero, tal parece que la estela de la familia permanece. El apellido “Dudamel” acaba de resonar en el planeta entero por la figuración, como primera finalista del reciente Miss Universo, de Estela, la hija mayor de Rafael, en un evento en el que muchos de diversas lugares del mundo han opinado que ella ha debido estar en el lugar que al final de todo fue ocupado por la representante de Estados Unidos.
Un periplo del antiguo cuidador de la valla y su legado de vida, hoy, a sus 50 años de edad, en el descanso para seguir estudiando el fútbol.
En una de esas se aparece otra u otro familiar haciendo que ese nombre permanezca en el verbo popular, porque desde 1987 hasta nuestros días parece que siempre hay un Dudamel en la vida nacional. Qué duda cabe.
Apellidos imborrables
La estirpe de los Dudamel ha traído a la memoria apellidos que han dejado sus marcas como representantes del país, como indiscutidos nombres que se adhieren a una venezolanidad por siempre amada.
Alejandro dio inicio a la dinastía Carrasquel, luego seguida por Alfonso, el más deslumbrante de todos por sus gestas en las grandes ligas.
También la de los Davalillo, con el fuego encendido por Pompeyo y que tuvo su estelaridad en Víctor, el más grande bateador que haya dado el beisbol en los campeonatos nacionales.
Los Tortolero han sido símbolos del fútbol nacional, con Argenis, autor del primer gol de un criollo en el Premundial, su hijo Edson y su nieto del mismo nombre.
Y cómo no recordar la saga de los Iriarte, iniciada por Brígido en el atletismo y continuada por Ramón y Fito, futbolistas que en su momento dieron lustre a la canchas.
Nos robaron la corona del mis universo, como siempre los gringos haciendo de las suyas, ya ese certamen no vale la pena, Ante el mundo Dudamel fue la ganadora, Viva vzla