Cierta vez, Carlos Salvador Bilardo nos preguntaba con cara de extrañeza y confusión, porqué en Venezuela los equipos desaparecían de un día a otro sin que se conocieran los motivos. Bilardo vino por primera vez al país en 1976 al comando de Estudiantes de La Plata en virtud de jugar una Copa Libertadores ante Portuguesa y Galicia, y volvió en 1998 cuando nos hizo la pregunta en una reunión en Venevisión para la trasmisión del Mundial de Francia, en la que el técnico argentino fue comentarista. Hoy, tantos años después, la interrogante de Bilardo podría tener vigencia si echamos una mirada a los equipos nacionales y aunque no se anuncian desapariciones como en el pasado, aunque tampoco se descartan, sus cuantiosas deudas hacen temer que un colapso de esa magnitud estaría por suceder. Son numerosos los equipos endeudados con todo su personal: al menos la mitad de los que forman parte de la primera y segunda división están bajo esa condición…
El más reciente caso ha sido el de Mineros de Guayana. Equipo de tradición, con un pasado de luces y figuraciones, ahora anda a la deriva en el mar picado de los acreedores, y procurando conseguir un improbable comprador en el precario mercado futbolístico venezolano.
Mineros no es sino la metáfora de una situación derivada de una realidad perseguida por la ausencia de inversiones, y por los reglamentos de la Confederación Suramericana de Fútbol en cuanto a las licencias de clubes y que la Federación Venezolana trata de hacer cumplir. Los equipos apuestan y miran como su única salvación para no sucumbir a las competencias internacionales, copas Libertadores y Suramericana. Pero a ese cielo clasifican, entre una y otra, solo ocho camisetas; entretanto, a las demás se los lleva el caudal de la corriente y sin saber cómo hacer para llegar a un lugar seguro y rentable…
A los anunciantes, como buenos comerciantes que cuidan su dinero, solo les sirve para sus fines aquellos espectáculos deportivos en los que la plata regrese. En Venezuela el beisbol se lo lleva casi todo, y el baloncesto guarda el resto. Al fútbol, y esto hay que decirlo como un hecho indiscutible, solo le quedan las pequeñeces publicitarias que puedan dejar los demás. Habrá que admitir que su cosmos es diferente, que es otra cosa, pero aquí, en un universo reducido para el deporte y el negocio que pueda este generar, se ve todo igual. Y en ese igual el fútbol sigue siendo, como ha sido desde hace décadas, el tercero del ranking nacional de las inversiones publicitarias.
Nos vemos por ahí.