Gerard Piqué no se podía estar quieto. A un costado del fútbol entró en el millonario negocio del tenis, y expandiéndose, moviéndose como él sabe hacerlo, inventó la Kings League. Los españoles se preguntaban: “¿Qué es eso de la Kings? ¿Qué se traerá Piqué con ese chisme?”. Más de 90 mil asistentes a la primera final de la novedad, jugado a fines de marzo, fue la respuesta.
“El Barrio” venció a “Aniquiladores” y se llevó tres millones de dólares como premio mayor, pero eso fue lo de menos. Lo que de verdad había sido una realidad había sido que la organización había echado a andar una variable del fútbol que, pasado un tiempo, cuando los vapores de lo nuevo se hayan disipado, dirá sus verdades. Por ahora todo es estreno, todo es debut, todo es opera prima…
Convocar a grandes jugadores, hombres que fueron figuras de las canchas del mundo es ahora la urgente tarea de Piqué. Por ahora cuenta con Sergio Agüero y Ronaldinho Gaucho, y procura incluir en las nóminas de los doce equipos a tipos de renombre. Y no será por ganar dinero, pues la liga solo paga 75 euros por partido a cada jugador y 100 por traspasar hasta los cuartos de final, pero eso poco importa.
Lo que de verdad mueve a la gente del nuevo circuito es darse a conocer y, allá, en lo más profundo, convertirlo en un deporte de masas. Porque Piqué, de visionario, ha entendido que la Kings League corre con los días que se viven en el planeta, más dado a lo breve que a lo duradero. Así son las lecturas de hoy, así los deportes; en la recién estrenada liga, y en correspondencia con el twitter de 140 caracteres, los partidos solo duran 40 minutos. Vivimos nuevos tiempos, así al final los tiempos siempre sean los mismos. Estamos encaramados en el carrusel de lo fugaz, de lo no duradero, y esa puede ser la sombra que se proyecte sobre el circuito creado en Barcelona con aspiraciones de que se riegue por toda Europa y no ser, solamente, fuegos de artificio.
Para Gerard Piqué y su corte hay una preocupación mayor: que la inversión que se lleva por delante en la nueva liga, como la corriente de como un río caudaloso en pleno invierno, consiga justificación. Que pueda asirse con firmeza a los hilos del tiempo y no a los sueños que terminen siendo eso, solo sueños.
En España, por citar novedades, el padel se ha ido imponiendo como “hijo del tenis”, pero no se sabe si pueda romper las fronteras del tiempo. El padel tiene ya canchas y público en todo el país; ese puede ser un espejo en el que la Kings se mire.
Y ¿qué dirá América ante todo esto?, ¿veremos de súbito partidos cortos y de siete contra siete en algún momento? ¿La seguirá la gente con el mismo fervor de otros deportes tradicionales? A lo mejor, y para no quedarse atrás, aparecerán campos de Kings en cada rincón. Al final de todo, este continente es el Nuevo Mundo y por aquí todo es para estrenar.
Parecida a…
Si volvemos la vista atrás, podríamos conseguir algunos puntos en común con el fútbol de Estados Unidos, la Major League Soccer.
Nacida en los años 90 para tratar de convocar audiencias hasta entonces poco dadas a seguir este deporte, trataron, con espíritu de innovación estadounidense, de modificar el cobro del penal. Arrancaba en carrera desde su campo un jugador, con cinco segundos para cumplir el objetivo, y debía atravesaba todo el desierto de la cancha hasta llegar cara a cara con el desamparado arquero.
La Fifa dejó correr y no se metió con la idea, porque seguramente sabía que poco iba a dudar el invento. Y así fue: la MLS volvió al redil y el penal pudo descansar en paz.
En la Kings el cobro de la pena máxima imita a aquel, solo que el terreno a cubrir es de menores dimensiones porque todo sea por llegar al edén del juego: el gol.