Es domingo al mediodía, casi entrando la tarde. Encendemos el televisor para conocer qué ofrece la programación deportiva. Café en la mano izquierda, control remoto en la derecha. Mirada puesta en el aparato de imágenes. Un invasor, así lo han llamado y de cierta manera así ha de ser. Tocamos botones y comienza la expedición.
En un canal una voz algo destemplada de un narrador argentino nos relata una jugada de peligro en un área de un partido de fútbol, “metéla, pibe”, y al cambiar de estación hay un gol en un partido del fútbol colombiano: “el hombre se puso serio, ya no andaba jugando recocha, no señor”.
Y pensamos: ¿será que la televisión solo transmite fútbol? Eso parece, pero no. Hay toda una variedad para complacer hasta el más desavisado. Seguimos en la travesía dominical, turismo de aventura televisivo, y tropezamos con un torneo de golf en Estados Unidos; vaya, que bien vestidos se ven los jugadores: a lo mejor tienen una fiesta en el club luego del campeonato…
El vértigo de una carrera de Fórmula Uno nos sorprende en otro canal, aunque por ser una repetición ya sabemos el resultados.
Sin embargo, qué importa: el solo ver a los carros de fuego volando sobre el asfalto humeante bien vale la pena. Ah, ahora topamos con ese deporte en boga, el padel, en el que cuatro jugadores españoles se enfrascan en un partidazo de mucha entrega.
Cambiamos y ahí están los enormes jugadores disparando con tino desde la distancia de tres puntos: es la NBA, un excitante deporte en el que las jugadas imposibles resultan cotidianas.
Luis Arráez toma turno al bate como líder ofensivo de las grandes ligas y es emocionante verlo hacer swing. Se ha convertido en una figura de los Marlins de Miami, y su presencia en la diaria alineación ha hecho que aumente la asistencia al estadio de la ciudad.
La expedición continúa y un peleador casi nos conecta un derechazo en un violento combate de artes marciales mixtas entre dos fieros hombres que parecían listos para luchar contra los leones del circo romano, justo momentos antes de que un boxeador despache a su adversario de un gancho al hígado seguido de un recto al mentón; diez, veinte, y tal ha sido el mazazo que la cuenta en la lona podría llegar a mil.
En otro ring, cuatro luchadores mixturan los colores de sus indumentarias con el circo que pretende hacernos creer que aquellos golpes devastadores y las caídas aparatosas, son de verdad…
El paseo dominical acaba y queremos detenernos en lo que en ese momento preferimos. ¿Será el fútbol, el golf, Fórmula Uno, padel, NBA, beisbol, artes marciales mixtas, boxeo, lucha libre?
Habría que agradecer al invento maravilloso llamado televisión por tener la posibilidad de enviarnos señales del mundo entero. Pero también, caramba, habría que decirle que aunque sin intención y con tantos deportes a la vez, ¡no están volviendo locos!
Jóvenes al asalto
Los recientes estudios hablan de los niveles televisivos de audiencia, y aseguran que día a día los jóvenes ven menos pantalla en su sentido tradicional; prefieren alternativas como Netflix y otras de tipo “streaming”. Empero, de esta guillotina se salvan las transmisiones deportivas, es decir, aquellas que hemos mencionado en el texto principal.
Los números del llamado “share” o aparatos encendidos crecen desmesuradamente cuando hay un buen partido de fútbol, por ejemplo, especialmente cuando es de la Champions League o cuando juegan Real Madrid o Barcelona, por no decir el Mundial.
Claro que esto también tiene que ver con la falta de renovación de los canales locales, castigados por la situación económica, empecinados con estilos de programación repetitivos y demasiado vistos, es decir, novelas y musicales no acordes con la época actual.
EN TIPS
Colores. En aquellos años 60 debíamos conformarnos por oír por radio la Copa de Europa. La llegada de la televisión fue un milagro, así fuera en blanco y negro.
Fantasía. La tele desmitificó aquellas transmisiones radiales, pero de cierta manera nos robó la posibilidad de seguir imaginando las historias de los partidos.
1966. El Mundial de Inglaterra fue el primero en llegar en imágenes. Se acababa de inventar el video tape; los partidos solo los veíamos tres días después.
Sirenita. Julio Verne deliró al enviar un hombre a la Luna al disparo de un cañón. Fantaseando, en pocos años podríamos ver un juego desde el satélite de la Tierra.
Inesperado. Revisando la programación hemos topado con la liga de Arabia Saudita. ¿Quién lo hubiera pensado? Hay una razón: la presencia de Cristiano Ronaldo