Hace pocos días, nuestro buen amigo, ex gerente del Caracas FC y Deportivo Táchira, Karim Assafo, exhortaba a debatir en las redes sociales sobre el desarrollo del fútbol nacional.
¿Es cierto que este deporte ha mejorado en los últimas décadas o se trata de una venta de humo promovida desde los medios de comunicación? Como suele ocurrir en las redes, las posiciones suelen ser extremas, sin matices ni análisis rigurosos. Más bilis y frases hechas para desacreditar la opinión ajena que argumentos sólidos para sostener la propia.
Assafo considera que la supuesta “venta de humo” sobre el crecimiento del fútbol nacional es una mentira goebbeliana que se repite mil veces, para desestimar una verdad incontestable: “el fútbol venezolano ha mejorado muchísimo”.
Los detractores de esta afirmación consideran que los avances deben concretarse en resultados, en triunfos internacionales como la Copa Libertadores y Suramericana, donde los equipos venezolanos solo participan y naufragan repetidas veces en las primeras fases del torneo. Para muestra, las recientes derrotas sufridas por Monagas y Deportivo Lara en la ronda preliminar de la Libertadores.
Desde hace tres décadas hemos seguido los pasos del fútbol venezolano y hemos visto su progresivo crecimiento, por lo que la negación de que este deporte ha avanzado y mucho es fruto del desconocimiento histórico y de una supina ignorancia. En aras de contribuir a este debate propuesto por Assafo, es necesario repasar las diversas etapas por las que ha atravesado este deporte a lo largo de su historia casi centenaria en nuestro país.
El fútbol venezolano ha pasado por varias fases de desarrollo. La primera de ellas se inicia con la creación de la Asociación Nacional de Football en 1926. En esa época surgen los primeros equipos promovidos desde instituciones escolares religiosas, como San Ignacio de Loyola y La Salle, y clubes devorados por el tiempo como Unión, Dos Caminos, Centro Atlético y el Venzóleo. Vale la pena detenerse en este último equipo. Porque fue el primero en tener estadio propio y categorías inferiores.
Pero lo jugadores del equipo gasolinero enfrentaron la dictadura de Juan Vicente Gómez, fueron presos, y el poderoso club, perdió el patrocinio de la empresa gasolinera del que había tomado su nombre.
En esta etapa auroral que se extiende hasta los años cincuenta este fútbol no se arraigó ni los clubes se consolidaron en la sociedad, como ocurrió en el resto de Suramérica. Todos se apagaron y desaparecieron en la nueva fase de fútbol profesional que se inicia en 1957 con la creación de la Liga Mayor de Fútbol y la profesionalización del campeonato de Primera División.
Es la etapa del llamado fútbol de colonias, en la que equipos como del Deportivo Italia, Galicia, Portugués y Canarias propician un espectáculo con plantillas repletas de extranjeros. Estos equipos también desaparecen lentamente, cuando la crisis económica del viernes negro en 1983, durante el gobierno del presidente Luis Herrera, hace inviable la contratación de chorreras de extranjeros por la devaluación del bolívar, y los financistas de este negocio lucrativo se retiran a sus cuarteles de invierno.
Por eso, el fútbol nacional actual apenas tiene pasado. Su equipo más viejo es Estudiantes de Mérida, con 50 años de fundado, y el más ganador de todos, el Caracas FC, comenzó a escribir su historia en letras mayúsculas hace 33 años, cuando en 1989 pasó a manos de la organización deportiva Cocodrilos, del mecenas y fallecido empresario farmacéutico, Guillermo Valentiner. En las últimas tres décadas se ha producido el crecimiento que solo la ignorancia puede negar.
Permanencia, arraigo y fiel afición son muestras del crecimiento
El crecimiento del fútbol venezolano se puede evidenciar en un hecho estadístico. La mayoría de los equipos que surgieron a partir de los años setenta, con Estudiantes de Mérida a la cabeza, se mantienen en el fútbol profesional en primera o segunda división. Nada de eso ocurrió con sus antecesores en el fútbol amateur y luego de colonia.
Con sus altas y bajas deportivas y financieras vinculadas al propio devenir económico del país, la mayoría ha dado un salto de calidad organizativa e institucional. Ya no son equipos de maletín. Tienen sedes, estadios en buenas condiciones para entrenar y jugar, y algo más significativo y valioso: profundo arraigo en sus regiones.
Once de los dieciséis equipos que participan en primera división esta temporada: Caracas Fútbol Club, Deportivo Táchira, Estudiantes, Mineros, Zamora, Carabobo, Monagas, Portuguesa, Aragua y Deportivo Lara han establecido una relación de pertenencia, crearon un vínculo irrompible con sus aficionados, y esa pasión es uno de los mayores progresos del fútbol venezolano.
Aumentó número de jugadores criollos y de entrenadores formados en casa
Otra evidencia irrefutable del crecimiento del fútbol nacional está en el terreno de juego y en los banquillos. Si durante tres décadas, Luis Mendoza era la única referencia internacional del fútbol venezolano, hoy una pléyade de jugadores anda regada por distintas ligas del mundo.
Todos esos jugadores masculinos y femeninos, desde Stalin Rivas pasando por Juan Arango hasta llegar a los Salomón Rondón, Yeferson Soteldo o Deyna Castellanos, fueron formados por entrenadores y equipos venezolanos, antes de dar su salto al extranjero.
El boom de la Vinotinto fue producto del talento de Richard Páez en el banquillo de la selección, y desde hace un buen tiempo los cuerpos técnicos de los clubes están integrados por venezolanos.
El entrenador más ganador de título en el país, Noel Sanvicente, surgió de las entrañas del fútbol nacional. Hoy el futve no solo exporta jugadores talentosos, sino entrenadores como Páez, César Farías y Rafael Dudamel, que dieron un salto a los banquillos extranjero. Sí, tiene razón Assafo: el fútbol venezolano ha mejorando un mundo.