o hay mejor bálsamo de fierabrás para curas las heridas en el fútbol que la victoria. Comenzar ganando de visitante 1-2 ante una selección mundialista como Arabia Saudita, la única que pudo doblegar a la Argentina de Messi en la Copa de Qatar, es un punto favorable para el nuevo proceso del técnico argentino Fernando “Bocha” Batista.
La victoria no borra el pasado reciente de las relaciones tormentosas entre la dirigencia de la FVF y el Director General de Selecciones, Pascual Lezcano, que desembocó en la salida de José Néstor Pékerman; pero doblegar a los sauditas en su propio patio ayuda a despejar el camino minado y repleto de dudas que decidió transitar el “Bocha”.
No se trata de un técnico repleto de galones y trofeos de guerras, como los que exhibía Pékerman en su currículo. Batista ha sido un formador de jugadores en las categorías menores del fútbol argentino y de la albiceleste, por lo que el reto de asumir el cargo de seleccionador nacional lo coloca en el punto de mira de los que siempre quieren disparar a quemarropa al primer error.
Pero el desempeño de la selección ante los saudíes mostró que Batista prefiere correr riesgos desde el principio. Alinear a Salomón Rondón y Josef Martínez, los delanteros más efectivos de los últimos años, es una declaración de principios del fútbol que pretende el nuevo seleccionador.
La excusa de que Rondón y Martínez no podían formar al mismo tiempo, porque la Vinotinto quedaba descompensada en la defensa, no era más que un artificio para ocultar bajo la alfombra temores y falta de ambición.
Por eso, hay que celebrar la primera medida de Batista de mirar hacia el arco contrario y darle soluciones prácticas a la selección, de fútbol de manual, para que Rondón sea el 9 de área, el target man a lo inglés, que juega de espalda y baja balones en las salidas largas, o pivotea y resuelve con un latigazo cuando queda suelto en el área rival. Al tiempo que Josef lo acompaña como un fiel escudero para tirar diagonales y ofrecerse en la línea de pase en el desarrollo de un fútbol práctico y efectivo.
Los dos goles de Venezuela llegaron por esa saludable combinación en la que uno se desmarca y el otro ocupa el espacio libre que ofrece el rival. En el primer tanto de Venezuela se mostró ese estiramiento de la cancha finamente trabajado. Salomón recibió con dos hombre fustigándolo para interceptar el balón, pero el orgullo de Catia metió una daga al corazón de Arabia, al cruzar el balón al lado contrario donde Josef cayó como un rayo para convertir un tanto de pizarrón.
También hay que darle la derecha al nuevo técnico por armar un mediocampo que combinó orden, rigor táctico y despliegue físico para controlar el juego con Tomás Rincón y el incansable José “Brujo” Martínez en plan de carceleros, mientras que Eduard Bello y Samuel Sosa oficiaron como extremos con habilidad y cambio de ritmo para abrir el juego por las bandas.
El tanto que coronó la victoria fue producto de esa amplitud ofensiva. Bello desbordó por la derecha y metió un pase atrás para que Salomón la acomodara y en un segundo soltara el riflazo imparable, que volvió a certificar su condición de mejor delantero en la historia de la Vinotinto.
Un triunfo en un amistoso no hace montaña, pero contribuye significativamente a fortalecer la confianza en el trabajo del nuevo cuerpo técnico. La verdadera batalla comienza en septiembre, en las eliminatorias de Conmebol, pero cada paso que se dé para edificar un equipo sólido y convencido es un avance en la larga ruta que habrá que transitar para alcanzar el objetivo de clasificar a la Copa de 2026.
El “Colorado” Aristeguieta es un ejemplo del arraigo del Caracas FC
Ningún futbolista en la historia del Caracas FC ha tenido una relación tan entrañable con la afición del club como la que ha establecido el delantero Fernando Aristeguieta, quien regresó esta semana a las filas avileñas para reponerse de la lesión que sufrió con el Puebla en la Liga Mexicana.
El “Colorado” es la expresión más acabada del arraigo que el cuadro capitalino ha ido construyendo con tiempo, trabajo y constancia, desde que en 1989 la institución pasó a manos de la Organización Deportiva Cocodrilos del fallecido farmaceuta, empresario y mecenas del club, Guillermo Valentiner.
Aristeguieta creció como aficionado del Caracas y luego pasó por las categorías inferiores del equipo hasta que debutó con el rojo la temporada 2009-2010, cuando se tituló campeón ante el Táchira. En 2013 le marcó un triplete al cuadro aurinegro, una hazaña que lo sembró para siempre en el corazón de la hinchada capitalina. El recibimiento que tuvo el “Colo” en su vuelta a la patria es una muestra de ese afecto irrefrenable por un símbolo del club.
El método de Noel Sanvicente siempre da resultados
El método ganador de Noel Sanvicente sigue inmune al paso del tiempo y a los cambios de equipos. No importa cuál sea el destino elegido por el guayanés para poner en práctica sus ideas, todo fluye y los resultados favorables aparecen para darle siempre la razón.
El inicio fulgurante que tiene Sanvicente en la Academia Puerto Cabello no hacen más que justificar sus méritos como entrenador. Eliminó al Caracas FC en la fase nacional de la Copa Suramericana y acumula siete jornadas plenas de triunfos, aplicando su conocida estrategia: transiciones fulminantes al momento de atacar e intensidad defensiva para evitar sobresaltos en su área. A todo ello hay que agregar su profundo conocimiento de la mentalidad y sociología del jugador criollo al que sabe sacar hasta la última gota de entrega, comprometiéndolo a cumplir a rajatabla con una disciplina integral que va más allá de lo meramente futbolístico.
Sanvicente es una suerte de padre para los jugadores a los que encamina y alumbra el camino hacia la excelencia. No sería de extrañar que la Academia sea la gran revelación en la Suramericana.